AMIGOS Y AMIGAS DE CARLOS CANO

La cordura y la sensibilidad no pueden caer en saco roto. Todos y todas los que alguna vez hayáis cantado una canción de Carlos podéis ayudar con esta tarea: todas las canciones de Carlos en una misma página

martes, 19 de octubre de 2010

DISCO DÉCIMO QUINTO: EL DIVÁN DEL TAMARIT

FEDERICO. SIEMPRE FEDERICO. Federico García Lorca es una obsesión en la obra de Carlos Cano. Muchas de estos poemas son desconocidos para el público, excepto algunos poemas ya grabados en otros discos. Algunas también están grabadas por otros autores y como lo que de verdad importa es la palabra de Federico las he incluido.
GACELA DEL AMOR IMPREVISTO
Nadie comprendía el perfume de la oscura magnolia de tu vientre.
Nadie sabía que martirizabas un colibrí de amor entre los dientes.
Mil caballitos persas se dormían en la plaza con luna de tu frente,
mientras que yo enlazaba cuatro noches tu cintura, enemiga de la nieve.
Entre yeso y jazmines, tu mirada era un pálido ramo de simientes.
Yo busqué, para darte, por mi pecho las letras de marfil que dicen siempre.
Siempre, siempre: jardín de mi agonía, tu cuerpo fugitivo para siempre,
la sangre de tus venas en mi boca, tu boca ya sin luz para mi muerte.

Y ESTA PRECIOSA VERSIÓN DE MAYTE MARTÍN.




GACELA DE LA TERRIBLE PRESENCIA
Yo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.
Quiero que la noche se quede sin ojos
y mi corazón sin la flor del oro;
que los bueyes hablen con las grandes hojas
y que la lombriz se muera de sombra;
que brillen los dientes de la calavera
y los amarillos inunden la seda,
Puedo ver el duelo de la noche herida
luchando enroscada con el mediodía.
Resisto un ocaso de verde veneno
y los arcos rotos donde sufre el tiempo.
Pero no ilumines tu limpio desnudo
como un negro cactus abierto en los juncos.
Déjame en un ansia de oscuros planetas,
pero no me enseñes tu cintura fresca.




GACELA DEL AMOR DESESPERADO
La noche no quiere venir para que tú no vengas, ni yo pueda ir.
Pero yo iré,
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú'vendrás con la lengua quemada por la lluvia de sal.
El día no quiere venir para que tú no Vengas, ni yo pueda ir.
Pero yo iré
entregando a los sapos mi mordido clavel.
Pero tú vendrás por las turbias cloacas de la oscuridad.
Ni la noche ni el día quieren venir para que por ti muera y tú mueras por mí.




GACELA DEL AMOR QUE NO SE DEJA VER
Solamente por oír la campana de la Vela te puse una corona de verbena.
Granada era una luna ahogada entre las yedras.
Solamente por oír la campana de la Vela desgarré mi jardín de Cartagena.
Granada era una corza rosa por las veletas.
Solamente por oír la campana de la Vela me abrasaba en tu cuerpo sin saber de quién era



GACELA DEL NIÑO MUERTO
Gacela del niño muerto
Todas las tardes en Granada, todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta a conversar con sus amigos.
Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio son dos faisanes
que vuelan por las torres y el día es un muchacho herido.
No quedaba en el aire ni una brizna de alondra cuando
yo te encontré por las grutas del vino.
No quedaba en la tierra ni una miga de nube cuando te ahogabas por el río.
Un gigante de agua cayó sobre los montes y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos, era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.




GACELA DE LA RAIZ AMARGA
Hay una raíz amarga y un mundo de mil terrazas.
Ni la mano más pequeña quiebra la puerta del agua.
¿Dónde vas, adónde, dónde? Hay un cielo de mil ventanas
- batalla de abejas lívidas y hay una raíz amarga.
Amarga.
Duele en la planta del pie el interior de la cara,
y duele en el tronco fresco de noche recién cortada.
¡Amor, enemigo mío, muerde tu raíz amarga!




GACELA DE LA MUERTE OSCURA
Quiero dormir el sueño de las manzanas,
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
No quiero que me repitan
que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios
que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.
Quiero dormir un rato, un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que hay un establo de oro en mis labios;
que soy el pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.
Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de homigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.
Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.




GACELA DEL AMOR MARAVILLOSO
Con todo el yeso de los malos campos, eras juncó de amor, jazmín mojado.
Con sur y llama de los malos cielos, eras rumor de nieve por mi pecho.
Cielos y campos anudaban cadenas en mis manos.
Campos y cielos azotaban las llagas de mi cuerpo.




GACELA DL RECUERDO DE AMOR
No te lleves tu recuerdo. Déjalo solo en mi pecho,
temblor de blanco cerezo en el martirio de enero.
Me separa de los muertos un muro de malos sueños.
Doy pena de lirio fresco para un corazón de yeso.
Toda la noche, en el huerto mis ojos, como dos perros.
Toda la noche, corriendo los membrillos de veneno.
Algunas veces el viento es un tulipán de miedo,
es un tulipán enfermo, la madrugada de invierno.
Un muro de malos sueños me separa de los muertos.
La niebla cubre en silencio el valle gris de tu cuerpo.
Por el arco del encuentro la cicuta está creciendo.
Pero deja tu recuerdo, déjalo solo en mi pecho.




GACELA DE LA HUIDA
Me he perdido muchas veces por el mar con el oído
lleno de flores recién cortadas,
con la lengua llena de amor y de agonía.
Muchas veces me he perdido por el mar,
como me pierdo en el corazón de algunos niños.
No hay noche que, al dar un beso,
no sienta la sonrisa de la gente sin rostro,
ni hay nadie que, al tocar un recién nacido,
olvide las inmóviles calaveras de caballo.
Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.
Como me pierdo en el corazón de algunos niños,
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua,
voy buscando una muerte de luz que me consuma.




GACELA DEL MERCADO MATUTINO
Por el arco de Elvira quiero verte pasar,
para saber tu nombre y ponerme a llorar.
¿Qué luna gris de las nueve te desangró la mejilla?
¿Quién recoge tu semilla de llamarada en la nieve?
¿Qué alfiler de cactus breve asesina tu cristal?...
Por el arco de Elvira voy a verte pasar,
para beber tus ojos y ponerme a llorar.
¡Qué voz para mi castigo levantas por el mercado!
¡Qué clavel enajenado en los montones de trigo!
¡Qué lejos estoy contigo, qué cerca cuando te vas!
Por el arco de Elvira voy a verte pasar,
para sentir tus muslos y ponerme a llorar.




GACELA DEL AMOR CON CIEN AÑOS
Suben por la calle los cuatro galanes.
Ay, ay, ay, ay.
Por la calle abajo van los tres galanes.
Ay, ay, ay.
Se ciñen el talle esos dos galanes.
Ay, ay.
¡Cómo vuelve el rostro un galán y el aire!
Ay.
Por los arrayanes se pasea nadie.




CASIDA DEL HERIDO POR EL AGUA
Quiero bajar al pozo, quiero subir los muros de Granada
para mirar el corazón pasado por el punzón oscuro de las aguas.
El niño herido gemía con una corona de escarcha.
Estanques, aljibes y fuentes levantaban al aire sus espadas.
¡Ay qué furia de amor, qué hiriente filo, qué nocturno rumor,qué muerte blanca!
¡Qué desiertos de luz iban hundiendo los arenales de la madrugada!
El niño estaba solo con la ciudad dormida en la garganta.
Un surtidor que viene de los sueños lo defiende del hambre de las algas.
El niño y su agonía, frente a frente, eran dos verdes lluvias enlazadas.
El niño se tendía por la tierra y su agonía se curvaba.
Quiero bajar al pozo, quiero morir mi muerte a bocanadas,
quiero llenar mi corazón de musgo, para ver al herido por el agua.




CASIDA DEL LLANTO
He cerrado mi balcón porque no quiero oír el llanto,
pero por detrás de los grises muros no se oye otra cosa que el llanto.
Hay muy pocos ángeles que canten,
hay muy pocos perros que ladren,
mil violines caben en la palma de mi mano.
Pero el llanto es un perro inmenso,
el llanto es un ángel inmenso,
el llanto es un violín inmenso,
las lágrimas amordazan al viento,
y no se oye otra cosa que el llanto.




CASIDA DE LOS RAMOS
Por las arboledas del Tamarit han venido los perros de plomo
• esperar que se caigan los ramos,
• esperar que se quiebren ellos solos.
El Tamarit tiene un manzano con una manzana de sollozos.
Un ruiseñor agrupa los suspiros y un faisán los ahuyenta por el polvo.
Pero los ramos son alegres, pero los ramos son como nosotros.
No piensan en la lluvia y se han dormido, como si fueran árboles, de pronto.
Sentados con el agua en las rodillas dos valles aguardaban al Otoño.
La penumbra con paso de elefante empujaba las ramas y los troncos.
Por las arboledas del Tamarit hay muchos niños de velado rostro
a esperar que se caigan mis ramos, a esperar que se quiebren ellos solos.




CASIDA DE LA MUJER TENDIDA
Verte desnuda es recordar la Tierra,
la Tierra lisa, limpia de caballos,
la Tierra sin un junco,
forma pura,
cerrada al porvenir;
confín de plata.
Verte desnuda es comprender el ansia
de la lluvia que busca débil talle,
o la fiebre del mar de inmenso rostro
sin encontrar la luz de su mejilla.
La sangre sonará por las alcobas
y vendrá con espadas fulgurantes,
pero tú no sabrás donde se ocultan
el corazón de sapo o la violeta.
Tu vientre es una lucha de raíces.
Tus labios son un alba sin contorno,
Bajo las rosas tibias de la cama
los muertos gimen esperando turno.




CASIDA DEL SUEÑO AL AIRE LIBRE
Flor de jazmín y toro degollado. Pavimento infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba.
a niña sueña un toro de jazmines y el toro es un sangriento crepúsculo que brama.
Si el cielo fuera un niño pequeñito, los jazmines tendrían mitad de noche oscura,
y el toro circo azul sin lidiadores, y un corazón al pie de una columna.
Pero el cielo es un elefante, el jazmín es un agua sin sangre
y la niña es un ramo nocturno por el inmenso pavimento oscuro.
Entre el jazmín y el toro o garfios de marfil o gente dormida.
En el jazmín un elefante y nubes y en el toro el esqueleto de la niña.




CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE
Yo no quiero más que una mano,
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
aunque pase mil noches sin lecho.
Sería un pálido lirio de cal,
sería una paloma amarrada a mi corazón,
sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.
Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites
y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.
Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.




CASIDA DE LA ROSA
La rosa no buscaba la aurora: casi eterna en su ramo, buscaba otra cosa.
La rosa, no buscaba ni ciencia ni sombra: confín de carne y sueño, buscaba otra cosa.
La rosa, no buscaba la rosa. Inmóvil por el cielo buscaba otra cosa.




CASIDA DE LA MUCHACHA DORADA
La muchacha dorada se bañaba en el agua y el agua se doraba.
Las algas y las ramas en sombra la asombraban y el ruiseñor cantaba por la muchacha blanca.
Vino la noche clara -turbia de plata mala con peladas montañas bajo la brisa parda.
La muchacha mojada era blanca en el agua y el agua, llamarada.
Vino el alba sin mancha, con cien caras de vaca, yerta y amortajada con heladas guirnaldas.
La muchacha de lágrimas se bañaba entre llamas y el ruiseñor lloraba con las alas quemadas.
La muchacha dorada era una blanca garza y el agua la doraba.




CASIDA DE LAS PALOMAS OSCURAS
Por las ramas del laurel vi dos palomas oscuras.
La una era el Sol, la otra la Luna.
''Vecinitas', les dije, "¿Dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el Sol.
"En mi garganta", dijo la Luna.
Y yo que estaba caminando con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve y una muchacha desnuda.
La una era la otra y la muchacha era ninguna.
''Aguilitas", les dije, "¿dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el Sol.
"En mi garganta", dijo la Luna.
Por las ramas del laurel vi dos palomas desnudas.
La una era la otra y las dos eran ninguna.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta muchísimo este disco de nuestro Carlos Cano pero veo que faltan muchas de sus canciones aquí, se ve que es un disco más difícil. ¿Por qué no las subes a YouTube? Te lo agradecería enormemente. Un cordial saludo.

Miguel Alcedo dijo...

Hola. Entre los que ya hay y un par de ellos que faltan, en poco tiempo estarán.
Son poemas muy complejos y requieren su tiempo.
Gracias

Miguel Alcedo dijo...

C´EST FINI

Anónimo dijo...

OHLALA, SE VE QUE TE HAS TOMADO TU TIEMPO... JEJE. ESTO SI QUE ES EFICACIA Y RAPIDEZ. MERCI BEAUCOUP.
MARIE MER.